Es como un tablero de arcade. Tiene luces. Tiene perillas. Tiene botones. Esto nos despierta cierta curiosidad. El instinto humano siempre intenta ir a lo lindo. Neurocientíficamente, se relaciona con el sistema de recompensa del cerebro: lo bello y lo luminoso nos genera dopamina, asociada al placer y la exploración. También hay algo casi ancestral en eso: lo brillante suele indicar agua, fruta madura o incluso fuego, cosas esenciales para la supervivencia. Es como si una parte de nosotros nunca dejara de ser ese niño que quiere tocar lo que le parece mágico.
Esa sensación de querer tocarlo, casi involuntariamente, es lo que generan los controladores Yaeltex. No importa si no sabes usarlo, te invita a que lo toques.
Hay algo en la forma en que interactuamos con las máquinas que define nuestra relación con ellas. Un botón, un deslizador, una perilla: son interfaces físicas que nos permiten conectar con el mundo digital de manera tangible. Yaeltex entiende esto como un diálogo entre el ser humano y la tecnología. Hablamos con Mateo, uno de los fundadores de la marca.
"Hoy en día la armonía entre humanos y máquinas parece ser casi un grito de deseo", cuenta Mateo, uno de sus creadores. Todo el mundo parece estar atemorizado de que las máquinas en un futuro cercano se apoderen de nosotros pero ¿qué pasaría si empezamos a trabajar codo a codo con ellas y dejar de temerles?. "Cuando tocás algo que te resulta intuitivo, que te responde de la manera que esperás o incluso te sorprende, ahí hay una conexión real con la máquina". Los creadores de estos controladores apuestan por hacer que la tecnología se adapte a nosotros y no al revés, “Solemos tener soluciones únicas para problemas diversos, hay un solo tamaño de microondas, un tamaño de auto”, decía Mateo, y que esa falta de soluciones lo impulsaron a crear estos controladores customizables.
La idea de Yaeltex es clara: la máquina debe adaptarse al humano. Por eso cada controlador es único, diseñado a medida para su usuario. La madera, las luces, la disposición de los botones y faders no son solo decisiones estéticas, sino formas de reforzar esa sensación de vínculo. "Queremos que la gente sienta que está tocando un instrumento, no simplemente operando un dispositivo", explica Mateo.
En 2009 lanzaron su primer prototipo, "La Sensible", un dispositivo más kinético que los controladores tradicionales. Requería el movimiento físico del usuario para generar sonidos y controlar efectos: al moverlo, golpearlo o empujarlo, emitía señales para manipular el software. A partir de ese experimento, fueron refinando el diseño hasta llegar a los V. Ahora están en el V2 y pronto lanzarán el V3.